lunes, 10 de febrero de 2014

Un secreto

Te pido perdón por abandonarte,
no volverá a suceder,
nunca más dejaré de amarte,
nunca más te olvidaré.

Perdona amor mio todo este tiempo,
no supe apreciarte, lo se,
perdona que ya no te mirase,
que ya no te tocase como ayer.

Siento tantas cosas, que me falta el aliento,
se me congela el corazón, 
siento el frío de tu silencio,
y se clava en cada rincón.

Déjame una vez más tus palabras,
para volverte a enamorar,
déjame que te escriba,
déjame volverte a conquistar.


Llevo dos semanas con la misma idea en la cabeza, y no me extraña, me siento estúpido por haber dejado atrás una parte tan grande de mi vida como es la escritura y por ello quiero pedirle perdón, quiero pedir perdón a las palabras por haberlas abandonado, ya que ellas nunca me fallaron cuando yo las necesité, quiero suplicar su perdón, aunque soy consciente de que quizá no lo merezca.

Llevo semanas queriendo escribir y no me salían las palabras, buscaba y rebuscaba en mi interior y no encontraba nada, nada que decir, nada que expresar, tan solo un vacío enorme que me machacaba cada vez más.

Pensé que había perdido la capacidad de hacerlo, que había perdido la capacidad de escribir, que algo se había roto dentro de mi y mis palabras ya nunca más saldrían como antes.
Y entonces una voz conocida empezó a hablarme, una voz a la que hacía mucho tiempo no le prestaba atención, era mi luna que me susurraba de lejos y me pedía que cerrase los ojos y abriese mi corazón, que escuchase con los cinco sentidos y ante todo, que pidiera perdón.
Perdón a esas palabras que nunca fueron mías, pero siempre estuvieron a mi lado, palabras con las que escribí mis mejores textos y mis mejores relatos, con las que exprese al detalle cada sentimiento, palabras con las que conseguí aliviar cada mal pensamiento y convertí el dolor en verso. Me creí dueño de aquello que no era mio y un día sin más lo abandoné en un rincón de mi pasado, pensado que siempre estaría allí esperándome, pero las palabras no son de nadie, tienen vida propia y sienten al igual que expresan y se enfadan al igual que nos alivian.

No creo que me merezca su perdón, ¿Pero quien soy yo para pensar una vez más por ellas?